Conforme bajamos desde la carretera por el camino hacia el Cortijo me dejo a la izquierda tres bancales uno de 70 y los otros dos de 100 metros de largo aproximadamente, mientras que a la derecha del camino solamente existe un bancal ancho y hermoso de unos 400 m2 aproximadamente, que lo tengo en barbecho, como dicen en mi pueblo.
Cuando tomé las riendas del Cortijo San José el bancal más largo de la izquierda (el tercero) estaba sembrado de aguacates. Eran plantas muy buenas, pero que no producían lo suficiente como para que compensara el terreno que ocupaban con el rendimiento que se obtenía de ellas. El cuaje era muy abundante, pero en los meses de verano, que necesitaban más agua no se la podíamos aportar, muchos frutos se caían y otros, la mayoría, no obtenían el calibre necesario para venderlos en la campaña de Navidad, que solían tener buenos precios.
Los recursos hídricos con los que contamos en el Cortijo son un pozo, construido precisamente al final de ese tercer bancal, y el agua que pasa por la acequia Almansa, que en los veranos se regula por turnos y durante los últimos años viene tardando aproximadamente un mes en pasar cada turno, pero que en ocasiones de carencia de aguas han llegado a tardar hasta 90 días en dar una vuelta. Teníamos asimismo una alberca de unos 30 mil litros que, aún después de levantarla y doblar su capacidad, se quedaba francamente escasa para las necesidades que tenían los aguacates.
El pozo es de los antiguos, de los excavados en la roca y recubiertos de ladrillos huecos para favorecer la filtración. Tiene una profundidad de 15 metros y 3 de diámetro y su fuente de alimentación se limita a las escasas e irregulares lluvias que padecemos en nuestra Costa Tropical. Por tanto, la poca agua de la que dispone la reservamos para el abastecimiento de la casa, que la alquilamos como alojamiento rural y también para regar el huerto del Cortijo.
Para colmo de males, a mediados de los años 90 padecimos un ataque de fitophtora en este bancal de los aguacates. Me moví rápidamente con el ingeniero de la antigua Cámara Agraria (que todavía existían) que me recetó el famoso "Aliette". Me aconsejó que hiciera una zanja profunda entre los árboles infectados y los sanos, que les recortara el goteo, ya que la humedad era el principal medio de propagación de la misma hasta llegó a decirme, con una cara un tanto de perdona vidas, que los regara con agua bendita y que esperemos a ver los resultados (¡Uf! que mal me sonó eso).
Cumplí a rajatabla todas las instrucciones que me dieron, pero la enfermedad avanzaba inexorablemente e iban cayendo árbol tras árbol sin que se pudiera frenar su avance. El famoso fungicida no hacía efecto en mis plantas y veía como perdía más de la mitad de los árboles del bancal.
Nunca me di por vencido, leí en los foros, pregunté a todo aquel que pudiera saber sobre el tema e investigué por Internet para conocer bien el problema y poder hacerle frete. Pero fue la intuición la que me hizo actuar de la manera más lógica y radical. La solución era de lo más simple que uno pudiera imaginar, pensé. Mi razonamiento fue el siguiente: si este dichoso hongo de la fitophtora se transmitía en un medio húmedo, si las raíces absorbentes que desarrolla el aguacate son muy superficiales y, lo más importante, si el maldito hongo moría en contacto con el aire, pues, ¡la solución estaba clara!, tengo que airear las raíces y restringir temporalmente el agua de riego.
Entusiasmado con la idea de que la solución fuera tan simple y evidente, arranqué mi Piva 12 cv de gasoil y le di un par de vueltas a todo el bancal, haciendo más hincapié en las zonas de corte entre las plantas que aún perduraban y las ya pedidas y, sobre todo, debajo de los aguacates que permanecían vivos. No conforme, le enganché la reja y surqué todo el bancal. Corté los goteos del agua y ya solo quedaba esperar para ver si tenía efecto mi remedio.
Bien, pues desde los primeros días percibía que la cosa iba a funcionar ya que notaba que las plantas habían tomado una vida inusitada y empezaban a tomar otro rumbo. Años más tarde, amigos de la vecina Axarquía malagueña que me pedían remedios contra el hongo de la fitophtora, que les estaba afectando, les aconsejé mi tratamiento y, sinceramente, me han contestado después comentándome que habían solucionado el problema.
Bueno, una vez solucionada la enfermedad, se me quedaba un bancal con 10 plantas de aguacates al principio y otras 6 al final, quedando un enorme hueco en medio y que tenia que pensar con que árboles lo regeneraría.
La cuestión estaba ahora en definir que plantas, en función de los recursos hídricos de los que poseíamos podríamos sembrar, que fueran novedosas (a ser posible que fueran subtropicales), que se adaptaran bien a nuestro clima y que, por supuesto, no fueran demasiado exigentes en cuanto al agua que iban a necesitar.
La respuesta estaba clara, decidí que serían los mangos los que ocuparían el enorme espacio dejado por los aguacates que se habían secado. Me informé de quién poseía conocimientos sobre mangos en la zona y la mayoría de mis indagaciones me llevaron hasta Dioni, el técnico de la finca experimental de cultivos subtropicales, que dependía del Ayuntamiento de Almuñécar.
De Dioni aprendí todo lo que se sobre mangos; patrones, injertos, necesidades, marcos de plantación, ciclos de crecimiento, enfermedades, etc. Después, con la experiencia y el cuidado que hay que tenerle a dichas plantas, he ido conociendo muy bien todas sus características y ya soy más autónomo a la hora de tomar mis propias decisiones sobre las plantas, aunque siempre que puedo sigo hablando con el amigo Dioni ya que es una enciclopedia viviente y parlante.
Me enrollo, me enrollo y no continúo con el hilo del post. Nos quedamos en el bancal de los aguacates, pero ¿qué hacemos con los otros dos que habíamos mencionado? Pues estaba claro, iban también a ser destinados a mangos.
Hoy día tenemos cerca de 80 mangos y aproximadamente 50 de ellos ya están en producción. La variedad comercial que hemos sembrado ha sido la Osteen, aunque tenemos también de otras seis variedades distintas, desde las más tempranas a las más tardías, pero esas son solamente para el consumo de la casa.
Este verano tengo pensado sembrar otros 120 plantas de mango más y completar los huecos de la finca.
El presente post se refiere a la floración de mis mangos y me lo he pasado casi todo el tiempo hablando de aguacates, de mangos, pero a las flores de los subsodichos ni caso. El otro día un amigo que vino al Cortijo se extrañó de cómo entre los aguacates tenía sembrado mangos y le expliqué lo que les acabo de contar a ustedes.