De las 4 variedades de cebollas que he sembrado en el huerto ésta es la más peculiar, son las cebollas moradas de Almuñécar.
La planta me la ha proporcionó mi vecina Elvira Tere, vaya mujer interesante (que se entienda en el sentido de lo que sabe del campo).
Cuando me las dio me comentó que estas cebollas eran las mismas que sembraba su padre y su abuelo. Que ella siempre las había visto sembrar, y que de sabor eran las mejores que había. Me decía, Javier, cuando te comas un plato de puchero acompáñalo con estas cebollas, son dulces y sabrosas, ya verás.
De las 20 plantas que me dio, una se me ha perdido, he separado las 3 mejores para obtener sus semillas en la próxima campaña y el resto las he dejado para el consumo, las primeras van a caer mañana mismo con un potaje de lentejas, que también combinan bien.




El día de la despedida de fin de curso, mi compañera María José apareció con un esqueje de Ginkgo Biloba, lo había arrancado unos días antes de los árboles que han sembrado en la Gran Vía de Granada. Venía todavía con las hojas verdes y tersas. Cuando llegué al Cortijo le preparé su tiesto con buena tierra y le he tenido húmedo desde entonces.


Inmediatamente le hice el encargo y el día 28 de junio apareció con mi plantita metida en una botella de agua.
Todos los días la he estado observando y al principio parecía que se mantenía imperturbable, paro en los últimos días he notado que sus hojas se están empezando a secar y que está perdiendo la vida. Me resisto a perderla, más aún, cuando veo que sus yemas todavía están fuertes y con vida. Espero que responda a tanto cariño y lo pueda sembrar en el lugar que ya le tenía asignado en encima del Cortijo.
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