Aún recuerdo esa olla de porcelana roja, ya un poco pasada y abollada por un par de sitios, que mi madre tenía exclusivamente dedicada para hacer las rosetas. A nosotros, imagino que a casi todos los niños, nos intrigaba ver la transformación que experimentaban aquellos granos de maíz rojos o amarillos (que en mi pueblo se llama "maíz chirringui"), tan pequeños y duros, en esas bolitas blancas que parecían de algodón, tiernas y sabrosas.
Mi madre solía destapar y mover de vez en cuando los granos de maíz del interior y, cuando empezaban a saltar, nos poníamos a refugio, al escuchar las explosiones del interior de la olla; sobre todo, porque algunas se escapaban y nos daban en el ojo o en la mejilla, o por si teníamos que agacharnos para esquivarlas.
A mi las que más me gustaban eran las de cuatro tazas, como ella les decía. eran con azúcar y terminábamos chupándonos los dedos.
A mi las que más me gustaban eran las de cuatro tazas, como ella les decía. eran con azúcar y terminábamos chupándonos los dedos.
Después de la traca veíamos con sorpresa la metamorfosis que se había producido en el interior de la olla. Se destapaba lentamente, por si todavía quedaba algún grano por abrir, y aparecían hasta lo alto, todas esas pelotitas blancas como flotando. Nosotros, sin darles la más mínima tregua, recién calentitas, que a veces nos quemábamos por ansiosos, nos lanzábamos hacia ella y metíamos la mano. El "puñao" que pillábamos iba directo a la boca, procurando no perder ninguna, ya que algunas se solían escaparan entre los dedos y nos retorcíamos buscándolas con la boca, para que no se cayeran al suelo.
Al hilo de esto, llevaba ya tiempo detrás de conseguir la variedad de maíz rosetero rojo y, mira por donde, mi amigo Antonio me ha conseguido una panocha que se la dieron en su pueblo, Charches. Menos mal que todavía hay gente que guarda estas semillas antiguas, no transformadas genéticamente, y que a los que nos gusta más la calidad que la cantidad o lo natural que lo manipulado, no dudamos en consumir y buscar.
Precisamente Antonio me aconsejó que la sembrara a partir de abril; me decía que el maíz quiere calor y, al principio, poco riego. Precisamente a la hora de regarlo, me refirió un comentario que le hizo un hombre del campo de Motril, ya mayor y hoy día jubilado, que decía: "Don Antonio, el maíz hay que regarlo por la mañana y a la mujer por la noche", queriendo explicar que le viene mejor el riego al principio del día que al final.
Precisamente Antonio me aconsejó que la sembrara a partir de abril; me decía que el maíz quiere calor y, al principio, poco riego. Precisamente a la hora de regarlo, me refirió un comentario que le hizo un hombre del campo de Motril, ya mayor y hoy día jubilado, que decía: "Don Antonio, el maíz hay que regarlo por la mañana y a la mujer por la noche", queriendo explicar que le viene mejor el riego al principio del día que al final.
Bueno, pues ni corto ni perezoso, me puse manos a la obra y sembré el maíz en el tercer bancal. Aquí la costumbre es echar 2 - 3 granos de maíz alternativamente, a una distancia de 15 - 20 cm. Ya veremos a ver si comemos palomitas este año, espero que no todas las que den. Selecionaré unas cuantas panochas y el resto se las iré desgranado a las gallinas.
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