AMANTES DEL CAMPO

miércoles, 13 de abril de 2011

LAS VUELTAS QUE DA LA VIDA


Cuando uno entra en los cincuenta (bueno, y desde un poco antes también) se va experimentando una sensación extraña en tu inconsciente. Sientes que existe algo que se te va escapando de las manos, que ya no lo tienes todo bajo control, como si alguien te estuviera apretando con su puño la boca del estómago y no pudieras rebajar la presión. Eres consciente de que esa angustia te supera, que te gana la batalla y que algún día te ha de vencer.



Al mismo tiempo y de forma paralela, comienzas a apreciar otros hechos que antes pasaban desapercibidos en tu vida. Valoras más el tiempo y las cosas que te rodean van tomando un nuevo sentido en tu vida.


Eres más reflexivo, aprendes a que no todo es blanco o negro y, sobre todo, si compartes tu vida, te das cuenta que eso del "yo" se acabó. Vas asumiendo que es más importante dar más que recibir, aunque, paradójicamente, resulta que cuanto más das más recibes y terminas por descubrir que el que todo lo da recibe más que nadie.



Quizá sea por ello, que uno empieza a valorar más cada minuto que pasa, cada ocasión que surge y todo aquello que te rodea.


Hace 17 años que me destinaron a Almuñécar y en este tiempo mi vida ha experimentado su mayor cambio: los hijos, el piso, la estabilidad...y, aunque parezca mentira, también ha sido y sigue siendo la mejor época de lo hasta ahora llevo vivida.



Yo era un chico de ciudad, me crié en Granada, estudié en Granada y allí fue donde hice mis primeros pinitos. Al campo iba, pero de excursión; por cierto, me encantaba. Mi madre siempre nos ha inculcado un amor muy especial por la Naturaleza. Pero eso de cultivar, de sembrar, de labrar la tierra me causaba un respeto tremendo, me resultaba tan mágico ver crecer las plantas, coger sus frutos. Es posible que, desde mi más temprana infancia, existiera una especial sintonía entre mi mundo y la Naturaleza (ahora estoy totalmente convencido).


El único campo de labor que conocía era el de mis tíos y abuelos. Recuerdo cuando mi abuelo Pepe nos metía caramelos en los nidos de la finca de Alancón y cómo los primos competíamos por descubrir dónde estaba el tesoro.


También, junto al piso de Granada, teníamos la Huerta de San Vicente, la casa de Federico García Lorca. Nosotros lo llamábamos "El Campillo" (el campo de los baches), porque allí jugábamos  nuestros partidillos de fútbol. En los descansos, cogíamos las moras de los zarzales que se criaban junto a la acequia y, otras veces, nos subíamos a las higueras a comernos los higos. También, y aunque esté feo decirlo, algunas tardes acechábamos al hombre que labraba la huerta y cuando se iba nos metíamos en las habas para quitarle un puñado. Del miedo que nos daba, cuando pillábamos unas pocas, salíamos huyendo y hacíamos mas daño al correr que al hurtar. Después estábamos unos días sin ir al campillo, por si nos buscaba el dueño de las habas.


Lo que jamás  había imaginado era que algún día sería propietario de un cortijo, de un trozo de tierra, de tener un espacio para cultivar. Y, mira por donde, por esas carambolas que ocurren en la vida, me veo convertido en un cortijero, enganchado a la tierra más, si acaso, que a mi propia profesión.

2 comentarios:

  1. Hoy, 14 de abril de 2011, ochenta años después de la proclamación de la segunda república, leo cómo mi primo ve pasar el tiempo ante sus ojos y se da cuenta de está en la mejor época se su vida,lo cual me alegra mucho, aunque tenga cierta conciencia de "mayor". Yo pienso que estás mas joven que nunca y que en estos momentos, como tú dices, vamos viendo lo que de verdad importa, vamos desgranando la panocha y valorando lo realmente importante.Me siento orgulloso de tí, querido primo. Además creo que esa conexión con la naturaleza de la que hablas la llevamos en la sangre y es algo verdaderamente importante. Ojalá nuestros hijos también lleguen a sentirla con el tiempo. Un beso para todos.

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  2. Gracias primo por tu fidelidad y ánimos. Eres, ya lo sabes, muy amable y entrañable para mí. Precisamente cuando valoro lo que tengo a estas alturas de la vida, tu entras de lleno en el lote.

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