
Otros años para estas fechas ya tenía sembrado el huerto de invierno-primavera pero, por unas cosas u otras, este año me ha pillado el toro y, aunque todavía no es tarde, ni mucho menos, para el mes de noviembre ya me estaba yo comiendo mis primeras lechugas y rabanitos, que es lo más rápido del huerto.


El jueves tuve un clarillo por la mañana y aré un espacio de unos 80 m2. No me dio tiempo a tasquivar los surcos y lo dejé para el día siguiente.
Hoy viernes he comprado dos manojos de cebollino para sembrarlos después de comer. La próxima semana compraré el resto de verduras para sembrar. Hoy sabía que no me iba a dar tiempo a más y mañana estaré todo el día fuera, Doña Pepita cumple 82 años y hay que estar a su lado.
Las tardes son ya muy cortas y aunque me fui temprano al campo, entre que preparé la tierra, repartí la planta y la sembré, se me hizo de noche en el campo.


Antes de su siembra corto la punta de los tallos del cebollino, con esta acción la planta tiende a echar tallos nuevos y, a su vez, a generar nuevas raíces.
No se deben de enterrar mucho las plantas y hay que procurar que tampoco el agua las cubra. Lo ideal es colocarles una goma perforada de goteo para regarlas pero, aunque las tengo, el sistema de riego que usaré será el tradicional, el de inundación de los surcos. Por ello hay que tener en cuenta el desnivel del terreno para colocar más altas o más bajas las plantas, según el sentido del agua.
Una vez sembrado el cebollino, lo suyo es regarlo después para que se quede clavado, pero como la tierra está húmeda y esperamos lluvias para principios de la próxima semana no sufren nada las plantas y agarraran sin problemas.




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